La adolescencia es una etapa de crecimiento llena de posibilidades, pero también llena de vulnerabilidad. Al propio proceso adolescente, de por sí complicado, podemos añadir infancias donde la reprobación y poca valoración han sido una constante; encontraremos entonces, cómo los riesgos de conductas disruptivas o problemáticas se disparan. Si hablamos de riesgos, siempre pensamos en problemas como conductas violentas, problemas de alimentación, o consumo de drogas, pero también tenemos que mirar el daño de la Dependencia Emocional.
La dependencia emocional en la adolescencia cobra mucha importancia, por un lado, por la naturaleza de esta dependencia y, por otro, por la etapa del desarrollo vital en la que se da. La adolescencia es un concepto social, ya que las influencias sociales median mucho en cómo los chicos y las chicas viven esta etapa.
Hay dependencia emocional “cuando dejas de ser tu misma, tú mismo”, eres importante solo por el otro, por la mirada del otro. Y no podemos diferenciar entre amar y sufrir. Esta dependencia puede ocurrir en cualquier momento de nuestra vida, pero en la adolescencia hay que cuidar la forma de establecer relaciones de manera especial, porque para crecer necesitan esa mirada, esa devolución del entorno externo, más allá del grupo familiar.
Emocionalmente, los adolescentes suelen tener que soportar algunas presiones. Por ejemplo, es bastante frecuente que la búsqueda de aceptación como forma de adaptase al entorno les haga actuar de la manera que más encaje con el grupo al que quieren pertenecer. O incluso en las relaciones de pareja pueden darse todo tipo de presiones, y estas pueden generar mucho malestar.
Cuando, sobre todo las adolescentes, establecen relaciones sentimentales muy posesivas y entienden esta posesión como muestra de amor, suelen darse situaciones de violencia generalmente psicológica. Se exigen relaciones cerradas, exclusivas, convirtiendo a la pareja en lo único importante en la vida.
Las peticiones del otro son cumplidas, porque es el pago por tener tanto amor, y comienzan a ser obligaciones y prohibiciones más que peticiones. La exigencia de “solo conmigo” se convierte en una constante, por lo que, si se rompe esa relación, el o la adolescente se queda solo o sola. El miedo a la soledad, a no ser nadie sin el otro, mantiene esta dependencia. En el mejor de los casos se comienza a vivir la relación como asfixiante, como algo que te anula como persona, pero también se vive la incapacidad para cambiarla.
No solo existe la dependencia emocional en la pareja en esta etapa de adolescencia; también se puede presentar de otras maneras diferentes, como dependencia familiar, dependencia en las amistades, entre otros.
Cuando un adolescente tiene una dependencia emocional en el ámbito de la pareja no se ha de forzar a este a dejarla a modo de imposición. Como padres es mucho más útil mostrarse disponible a hablar y, sobre todo, a escuchar.
Aunque a veces los padres no lleguemos a entender cómo pueden soportar ciertas situaciones o veamos a nuestros hijos sufrir sin poner remedio alguno,, será importante hablar con claridad sobre esta situación para explicarle cómo lo ves desde fuera.
Del mismo modo, esta comunicación deberá hacerse con tacto para que el adolescente no se sienta atacado y, mucho menos, juzgado. Habla desde la empatía y la preocupación, pero sobre todo sé un buen modelo a seguir de independencia personal e interpersonal.
El apoyo y la empatía son claves para tratar con los adolescentes la dependencia emocional. A pesar de que desde fuera se vea con claridad esta situación, quienes lo viven no lo perciben de la misma forma, y hemos de respetar los tiempos de cada persona, debemos esperar a que abran los ojos por ellos mismos y que sientan que ha llegado el momento de soltar las cadenas de una relación tóxica o asfixiante.
Es posible que tu hijo adolescente no tenga la capacidad suficiente para entender lo que le ocurre y deberás respetar el tiempo de comprensión. Una vez que comprenda lo que significa la dependencia emocional en la adolescencia, podrá avanzar hacia relaciones más saludables y menos tóxicas.
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