El abandono de los estudios es una de las mayores preocupaciones de los padres cuando sus hijos llegan a las edades de la adolescencia.
Es frecuente que, con el paso a la adolescencia, muchos niños que acostumbraban a ser responsables y aplicados con sus tareas escolares cambien de conducta. Su necesidad de independencia, la gran importancia que cobra la vida social y la mayor impulsividad pueden llevar a algunos jóvenes a disminuir su rendimiento académico.
En este nuevo contexto, es probable que los estudios dejen de suponer una prioridad para el adolescente. Puede comenzar a cuestionarse la utilidad de lo que está estudiando y es fácil que pierda la motivación.
Además, al contrario de lo que ocurría en la infancia, los halagos y el reconocimiento del esfuerzo por parte de sus padres ya no es un refuerzo. La adolescencia se caracteriza por la autoafirmación y la búsqueda de una identidad propia que, normalmente, se logra oponiéndose a los padres.
Por esta razón, continuar estudiando puede suponer seguir dependiendo de los padres a muchos niveles. El menor puede desear no tener que rendir cuentas de lo que hace con su tiempo y con su dinero y, en esta situación, incorporarse rápidamente al mundo laboral puede resultar tentador.
Por otro lado, es posible que la causa de este descenso en el rendimiento escolar sea muy distinta. Puede que el adolescente encuentre dificultades importantes, bien sean de tipo académico o social, y no cuente con los recursos para hacerles frente. En este caso, decide que dejar de estudiar es su única salida.
Para favorecer una buena relación entre hijos adolescentes y padres es importante saber escucharles con interés y atención, que vean que son comprendidos. La comunicación es la gran clave en esta etapa.
La relación colegio-alumno-familia debe ser más estrecha que nunca para evitar un abandono de las aulas. Pero hay que tener cuidado, ya que el adolescente se puede sentir atacado, puede ver las reuniones entre padres y profesores como un signo de desconfianza. Se tienen que plantear como algo bueno, como un signo de preocupación positivo por su futuro.
Por otra parte, es necesario que soltemos las expectativas. Como padres, todos proyectamos una imagen de cómo esperamos que sea nuestro hijo o a qué deseamos que se dedique en el futuro. Cuando sus metas no encajan con nuestros ideales, hemos de recordar que es su vida, y nuestro papel será apoyarlos y guiarlos para cumplir sus objetivos.
El apoyo, la motivación y dejar que vean por sí mismos las consecuencias de renunciar a los estudios son claves para manejar la situación.
Pero como padres también es importante que si nuestros hijos están pasando por este proceso en la medida de lo posible intentemos buscar soluciones desde el respeto, como:
1.Ser comunicativos: escuchar con interés y atención y, sobre todo, con comprensión permite al chico razonar y ver que el camino que está eligiendo puede que no sea el más acertado.
2.Ponerse en su lugar: la empatía ayudará también a comprender cómo se siente y porqué actúa de esa manera.
3..Mostrar la realidad: en muchos casos los adolescentes abandonan los estudios porque consideran que es la mejor opción.
4. Buscar alternativas: Si nuestro hijo tiene dificultades académicas, quizá necesite clases particulares para reforzar alguna materia. Si tiene un problema de adaptación social, tal vez sea conveniente valorar cambiarle de centro. Pero si el origen de todo es la falta de motivación, hemos de encontrar junto a él cuáles son los objetivos que le mueven.
Lo primordial en estos casos es transmitir al joven que hay alternativas y que elija lo que elija, ha de esforzarse por dar lo mejor de sí mismo.
Es importante que los padres que se sienten desanimados recuerden esto: El hecho de que un adolescente abandone la escuela no necesariamente marca el final de su educación, como hemos dicho, hay alternativas y con la ayuda de la familia y del colegio se puede dar una mejor orientación al adolescente.
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