
LA LEY DE HIELO ; «FINJO QUE NO TE VEO»
28 diciembre, 2021
ANGUSTIA DE SOLEDAD; ATAQUE DE PÁNICO Y POSTMODERNIDAD
1 febrero, 2022Uno de los aspectos que más admiro de la etapa infantil es la sensibilidad para captar el entorno que, a medida que vamos creciendo, vamos perdiendo o, mejor dicho, alterando debido a nuestras vivencias.
Esta sensibilidad tan característica de la infancia permite captar aspectos al margen del lenguaje. Cuando vamos creciendo, al interactuar nos basamos en el discurso para comunicarnos, sin embargo, debajo de este hay otros niveles que dejamos escapar. A medida que profundizamos más, somos menos conscientes y es más difícil engañar, pues tenemos menos control de ello.
Siguiendo esta línea, en primer lugar, al hablar podemos mediar con la cognición, meditando nuestras palabras y teniendo en cuenta el contexto y la deseabilidad social. Si nos vamos un poco más hacia dentro, aparece el lenguaje corporal o no verbal (que constituye el 70% de nuestra comunicación), donde, a menos que le pongamos empeño, no somos plenamente conscientes (en terapia, es muy interesante contrastar si el lenguaje verbal y no verbal van en la misma línea, es decir, si son congruentes). Pero finalmente, hay otro nivel más emocional, que son las sensaciones que captamos que muchas veces no sabemos explicar. Algunos lo llaman intuición, otros energías, pero sea como sea, hay ocasiones en las que sentimos “algo” a lo que no ponemos palabras. Un ejemplo muy característico; es el de intuir o sentir que al llegar a casa, ha habido una pelea reciente.
Por todo ello, en muchas ocasiones, aparece esta sensibilidad infantil que capta “cosas” en el entorno y escapan al discurso y las palabras, y atenderlo es importante para validar esta característica que dejamos de lado cuando crecemos y que nos puede ayudar a encontrarnos de una manera más honesta con un otro.




